El maquinista - La confesión
- Ave MarÃa PurÃsima.
- Sin pecado concebida.
El sol entraba por las profundas y estrechas ventanas cortando la penumbra del interior de la pequeña iglesia. A esa hora de la tarde ni siguiera tras las paredes anchas y encaladas de la capilla del pueblo podÃa uno estar fresco. De fuera llegaba el insistente cri-cri de las chicharras, que aumentaba, si cabe, la sensación de calor.
El Padre Fran habÃa despertado de su siesta al oÃr el crujir de la puerta de madera. Era la puerta original de la iglesia, tallada rápido y corriendo veinte años antes. Cada domingo, cuando abrÃa el portalón para dar entrada a los fieles, el padre temÃa que la puerta se quebrase y le cayese encima. Lamentablemente, Paco, el carpintero que la habÃa construido, habÃa muerto años atrás. Al pobre hombre lo encontraron en su taller, desplomado sobre una tabla, con el cepillo aún en la mano. Dado que Paco era el único carpintero del pueblo el párroco se vio obligado a contactar con un conocido artesano de la capital. El Padre Fran encargó una fabulosa puerta, de la mejor madera y con remaches y detalles de hierro forjado, inspirados en la arquitectura de moda en Europa. Una puerta digna de dar la bienvenida a la casa de Dios. Por supuesto la puerta iba a costar una fortuna, por lo que el Padre Fran organizó una colecta entre las gentes del pueblo para dotar a la pequeña iglesia de una puerta como Dios manda. Y lo hubiera conseguido, si no fuera por la negativa del prohombre del pueblo, Don JoaquÃn, a aportar siquiera un centavo al proyecto. Evidentemente la negativa de Don JoaquÃn la basó en motivos puramente económicos: dado que él era el hombre más rico también se le pedÃa una contribución más cuantiosa, que él afirmaba no poder cubrir. Pero en las cenas con su familia Don JoaquÃn malhablada del Padre Fran afirmando que tales desvarÃos eran propios de un cura demasiado avaricioso, que se pensaba que era el amo del pueblo y que todos debÃan trabajar para su iglesia, que el hombre se creÃa Jesucristo, EspÃritu Santo y Dios Padre. Al otro lado de la mesa, su mujer no respondÃa pero se santiguaba y lanzaba miradas recrimininatorias a su marido a la vez que intentaba que las niñas no tuvieran en consideración las palabras de su padre. Mientras, éste, medio sonriendo, se acababa el vino de la copa.
En la sacristÃa, el Padre Fran se levantó de su sillón dejando a un lado, sobre la mesita del te, un viejo ejemplar de la "Summa Theologica" de Santo Tomás. Fuera, en la nave, apenas se oÃan los pasos de alguien dirigiéndose al confesionario. Mientras salÃa por una puerta lateral del altar abrochándose los botones de la sotana, el cura pudo distinguir una delicada figura entrando en el confesionario.
- Dime, hija.
- Padre - a través de la celosÃa de madera el Padre Fran pudo distinguir el rostro de Lourdes, - he pecado con un hombre.
Confesar a sus feligreses era quizá la tarea preferida del Padre Fran, la que más valoraba de ser cura. Prácticamente no habÃa nadie en el pueblo del que no supiera algún secreto inconfesable. Algo que le proporcionaba un considerable poder del que no habÃa tenido ningún pudor de echar mano en alguna ocasión. Algunos estarÃan dispuestos a vender la piel al mismÃsimo diablo a cambio de su silencio. Y el diablo era un aliado muy valioso en esos casos.
Y ahora ahà tenÃa a la hija pequeña de Don JoaquÃn confesando lo inconfesable a la peor persona que podÃa haber escogido. Definitivamente al Padre Fran le gustaba su trabajo. No habÃa nadie en el pueblo que no suspirara por Lourditas y su hermana mayor. El hecho de que su padre, sin duda sabedor de las joyas que tenÃa en casa y avaro hasta la médula como era, no las dejaba prácticamente salir de casa no hacÃa sino acrecentar el interés de los hombres del pueblo por conseguir catar con la mirada, aunque fuera de lejos, las delicadas figuras de las dos hermanas. El Padre Fran habÃa tenido la oportunidad de contemplar bien de cerca de la pequeña Lourditas meses atrás. En aquella época esperaba ansiosamente todas las tardes, cuando Lourdes pedÃa permiso para entrar en la pequeña sacristÃa y los dos solos repasaban la catequesis. Algunas noches recordaba complacido las tiernas curvas que su blanquÃsimo vestido dejaban entrever el dÃa de su primera comunión. En sus ensoñaciones, con ella arrodillada a sus pies juntando las palmas de las manos ante sus pechos, el resto de la iglesia desaparecÃa. Él cogÃa un trozo de pan blanco del cáliz que sostenÃa con su mano izquierda y acercaba lentamente el cuerpo consagrado a la boca de la niña, recreándose en como sus carnosos y húmedos labios se separaban y ella sacaba ligeramente la lengua para recibir el tierno pan de su mano. Llegados a ese punto sus sueños acababan inevitablemente entre cuerpos de cristo y amenes.
- … entonces nos abrazamos muy fuerte y noté que estaba excitado…
- ¿Cómo lo supiste, hija? - la descripción de la pequeña Lourdes hacÃa volar la fantasÃa del cura que disimuladamente escondÃa la mano bajo el corte de su sotana.
- Me dijo que me amaba, que era la cosita más bella que jamás habÃa visto. Sus ojos brillaban y en sus palabras habÃa una pasión que yo… que,… no sé qué me pasó, Padre. Un escalofrÃo me recorrió el espinazo, pero tenÃa calor, mucho calor. Nos besamos, Padre. Creo que le amo. No es pecado si los dos nos amamos, ¿verdad Padre?
- ¡Yo decidiré si es pecado o no! - Se habÃa acalorado un poco. Se imaginaba el amante, el que con tanta suerte habÃa podido tocar la piel de Lourdes. Se forzó a bajar la voz. - Y en última instancia Dios te juzgará el dÃa que te presentes ante Él. Pero hija mÃa, eres muy joven aún y queda mucho para que llegue ese dÃa. Debes arrepentirte y confiar a Dios a través mÃo, su humilde discÃpulo, todos tus pecados. Dime hija: ¿quién es él?
Al sentir el nombre del afortunado amante de Lourdes el Padre Fran no pudo evitar una pequeña sonrisa y mientras entornaba los ojos una idea se formaba rápidamente en su mente. Realmente, pensó, ha sido una confesión memorable.
memorables son tus textos, pero sigues escribiend hombre, que me has dejado con la intriga, jejeje.muy bueno,hablando seriamente ahora ;) ah! y agracias po tu comentaria el otro dia
